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lunes, 9 de marzo de 2015


El escribir es un acto que te libera de estrés y te resuelve las dudas. Pero a pesar de las dudas resueltas, en ocasiones es el miedo el mejor freno de nuestros deseos. Miedo a la incertidumbre, incertidumbre de no saber que pasará con tu futuro o tu entorno.
Hace poco leí un artículo sobre la "zona de confort". Me indigné, pues no es más que un lugar para cobardes. Y yo lo soy. Muy pocas veces me dan los "arranques" de locura, que aprovecho para liberarme de todo ese miedo, arriesgarme y ser feliz. Aunque muchas veces he caído, pero ¿y qué?Podemos ponernos en pie, de hecho, caer sólo nos sirve para aprender a levantarnos o al menos eso he aprendido desde que tengo uso de conciencia.
Me pongo nerviosa al hablar en público, comer en público o hasta al conducir con alguien más. Hay quienes piensan que es adorable, otros estúpido. Estoy más aliada con la segunda opción. Sería una persona carismática y con muchas más oportunidades si no me diera vergüenza hablar en público. Comer es la actividad más cotidiana del mundo ¿vergüenza? ¿Enserio? Tendría mejor cuidado con el batmóvil.
En fin, indignada, ya lo he dicho. No quiero saber nada más de la maldita "zona estúpida de confort". La vida es muy corta para malgastarla en cobardía. La adrenalina que siento cuando me arriesgo en algo en lo que sé que no tengo las respuestas me hace mucho más larga la vida. Mucho más feliz. Opto claramente por la felicidad, aunque por ella me caiga infinidad de veces.